domingo, 22 de julho de 2012

Mensaje Final del Capítulo de Bagamoyo - 2012

A todos los hermanos y hermanas
de la familia Espiritana:

Reunidos en Capítulo General, del 24 de junio al 22 de julio de 2012, queremos enviarles desde Bagamoyo, Tanzania, el más vivo y fraterno saludo, y expresión de nuestra comunión y unidad, en la gran diversidad y riqueza de nuestra familia misionera. Este mes, vivido en Capítulo fue de hecho, una manifestación fuerte de la gran diversidad de rostros, reunidos por el Espíritu en «un Solo Corazón y una sola Alma».

Por primera vez, un Capítulo General de nuestra Congregación es celebrado en tierras africanas. Dada la importancia que este continente tiene en la historia de nuestra congregación, Bagamoyo fue escogido por su significado histórico: fue en esta tierra que los misioneros del Espíritu Santo llegaron en 1868 y fue ésta la puerta de entrada para la Evangelización del África Oriental. Lugar de angustia, opresión y violencia, por la posición que ocupaba en el tráfico de esclavos. Bagamoyo se tornó, por la acción misionera conducida por nuestros cofrades, un lugar de liberación, de esperanza renacida, un espacio de diálogo entre culturas y religiones y una señal de opción firme por la verdad y por el amor del Evangelio. Aquí muchos cofrades nuestros, dieron la vida, algunos muy jóvenes, decididos a seguir a Jesucristo misionero del Padre, vivieron en la radicalidad, y en el fervor, la llamada a la disponibilidad y a la abnegación, tan vigorosamente presentes en la espiritualidad y testimonio de nuestros fundadores.

Fue en este ambiente tan inspirador y significativo que procuramos percibir las señales del Espíritu y abrirnos a su inspiración, para los desafíos misioneros que se le colocan hoy a nuestra Congregación. Damos gracias a Dios por las numerosas expresiones de vitalidad y del amor de Dios que están hoy grabados entre nosotros: El África, un continente tan generosamente servido por nuestros cofrades, es hoy «fuente» de muchas vocaciones espiritanas; la presencia de laicos asociados espiritanos en nuestro medio, manifiesta también la pluralidad de nuestra familia misionera y nos invita a una cada vez mayor inclusión.

Los muchos cofrades ancianos y enfermos, presentes en muchas circunscripciones, pero particularmente en el hemisferio norte, son para nosotros un preciosísimo testimonio de una vida donada a Cristo y al anuncio de su Evangelio; sus testimonios y experiencias manifiestan que nuestra vitalidad misionera no se fundamenta tanto en nuestras fuerzas físicas, que se van gastando, sino y sobre todo, en la autenticidad de nuestra vocación, vivida con fidelidad y generosidad en todas las etapas de la vida.

Al finalizar nuestro Capítulo General, sentimos que el mismo Jesucristo que llamó a Poullart des Places, Libermann y a tantos misioneros que generosamente dieron su vida por el Evangelio, continua hoy llamándonos a la misma fidelidad. En un mundo marcado por el materialismo y un individualismo desgarrador, renovamos nuestro compromiso de asumir nuestra vocación verdaderamente centrada en Cristo, viviendo como Él: pobre entre los pobres. Percibimos la importancia de renovar nuestro sentido de pertenencia a la Congregación, viviendo con autenticidad los consejos evangélicos y sin ambigüedad, las exigencias de una vida comunitaria inequívoca, que denuncia el individualismo y el materialismo.

En un mundo secularizado, pero también en la búsqueda de una autentica experiencia espiritual, nos sentimos interpelados por el Espíritu, a dar testimonio de la alegría de una vida dócil a sus inspiraciones, escuchando la voz de Cristo que continua llamándonos a una entrega radical a la Misión, al anuncio del Evangelio y a la defensa de los más pobres y frágiles, como testimonio creíble de la Justicia y de la Paz del Evangelio de Jesús.

En un mundo pluricultural y rico de diversidades, pero también marcado por abismos de violencia e injusticia, nos sentimos llamados a vivir la internacionalidad que nos caracteriza y la diversidad, de un modo cada vez más integrado, comprometidos con la unidad que solamente la conversión al Espíritu de Dios nos puede conceder.

Damos gracias a Dios por nuestra vocación de religiosos y de misioneros; distanciándonos de todo tipo de clericalismo; abrimos el corazón al diálogo en todas sus formas, incluyendo el diálogo inter-religioso, haciendo coexistir gente de cultura y religión diferentes, en la harmonía y en la fraternidad. Nos abrimos a la escucha de Dios en los otros y de los otros en Dios, como personas de oración y de corazón apostólico, a la manera de Poullart des Places y Libermann.

Nos damos cuenta de nuestras fragilidades. Percibimos que hoy en la Congregación son varias las expresiones de nuestra pequeñez y también de nuestro pecado. Tenemos pleno conocimiento también, del llamado a la Santidad y estamos conscientes, de que tal llamada es vivida en comunión, en docilidad al Espíritu y en fidelidad a la evangelización de los pobres, y de aquellos que no conocen a Jesucristo.
 
Teniendo como inspiración el Corazón Inmaculado de María, siempre dócil y disponible, queremos continuar escuchando el gran clamor que anima nuestra peregrinación: «Sean fervorosos en el Espíritu». Es con ésta determinación que dejamos Bagamoyo, es ésta la invitación que compartimos con ustedes. «Bagamoyo» significa: «aquí dejamos el corazón»: con todos los hermanos y hermanas de nuestra familia Espiritana, esparcidos por el mundo, aquí reafirmamos, nuestra disposición de renovar el fervor de servir al Señor en la Misión a la que nos envía.
 
Recibimos en Bagamoyo un admirable testimonio de hospitalidad, que agradecemos de todo corazón: A los cofrades de la Provincia de Tanzania, a esta Iglesia local y a la Nación Tanzaniana. Expresamos Mil Gracias! por tantas expresiones de amistad y fraternal acogida. Y a ustedes, miembros de la Familia Espiritana, les invitamos a todos, jóvenes y adultos, hermanos y presbíteros, profesos y laicos asociados, a renovar su compromiso con la comunión y a la misión: «¡Sean fervorosos en el Espíritu; sirvan al Señor¡» (Rm 12,11)

Bagamoyo, 21 de julio de 2012.
 (Traducción al español: P. José Orlando Camacho Torres, cssp)

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